La musicoterapia se utiliza para mejorar la calidad de vida. Es un recurso que podemos integrar en nuestros quehaceres diarios para contrarrestar y/o prevenir los efectos producidos por el estrés, ansiedad, depresión, etc., pero también otros trastornos que nos impidan tener cierto bienestar o nos creen problemas de comunicación con los demás.

Para llevar a cabo esta actividad, nos valemos de la música, pero no tenemos que saber sobre ella, solamente tenemos que sentirla y disfrutarla, pero para ello utilizaremos instrumentos de muy fácil manejo como los instrumentos de percusión, nuestro cuerpo y por supuesto nuestra voz.

La música facilita el establecimiento y la permanencia de las relaciones humanas, contribuyendo a la adaptación del individuo a su medio. Por eso es un estímulo que enriquece el proceso sensorial, cognitivo (pensamiento, lenguaje, aprendizaje y memoria) y también enriquece los procesos motores, además de fomentar la creatividad y la disposición al cambio. Así, diversos tipos de música pueden reproducir diferentes estados de ánimo, que a su vez pueden repercutir en tareas psicomotoras y cognitivas.

El hecho de ser músico, favorece la labor de musicoterapeuta, pero no lo es todo, ya que la musicoterapia lo componen varias disciplinas como la psicología, psicoterapia, etc., por lo tanto hay que estar suficientemente preparado para cumplir con esta función para que los resultados de esta terapia sean lo más satisfactorios.

Las competencias necesarias  de un musicoterapeuta profesional se sitúan en tres áreas: musical, clínica y musicoterapéutica.

Las competencias a nivel musical incluyen: dominio de instrumentos de acompañamiento, improvisación, dirección de conjuntos, composición, arreglos, conocimiento de una variedad de repertorio y estilos musicales,...) así como técnicas pedagógicas relacionadas con la enseñanza musical que permitan la adaptación a los diferentes niveles de los participantes.

Las competencias clínicas incluyen: empatía, capacidad de observación, respeto, conocimiento de técnicas psicoterapéuticas con colectivos concretos, evaluación, diseño, planificación de tratamientos, y comunicación y trabajo en equipo.

Las competencias  musicoterapéuticas  incluyen: conocimiento de la psicología de la música, comprensión de los fundamentos teóricos de la musicoterapia, familiarización con las diferentes orientaciones metodológicas así como dominio de técnicas musicoterapéuticas propias de entornos y colectivos específicos (educación, medicina, salud mental y geriatría).

La Musicoterapia, como disciplina teórica y aplicada, desarrolla modelos de intervención con la música para que el musicoterapeuta pueda establecer una relación de ayuda con personas con necesidades físicas, cognitivas y socioemocionales, tanto en encuadres individuales como grupales (interacción). El fenómeno sonoro-musical puede organizar y regular la conducta del ser humano.

En este modelo de intervención, lo lúdico, lo educativo y lo terapéutico se encuentran en la experiencia musical, aspectos integrados en el desarrollo profesional del musicoterapeuta.

En este proceso de comunicación se da una fase de detección o diagnóstico, donde el trabajo del musicoterapeuta es descubrir signos que pongan de relieve alteraciones en el modo de interactuar con el entorno primario.